compañera–, Federico Klemm y Carlos Pazos,  fotógrafos como Alberto García Alix u Oriol Maspons, escritores y poetas como  Borges y Arnau Pons, actrices como Cipe Linkovsky  o Marilina Ross, diseñadores como Rubén Fontana o América Sánchez, entre otros,  han sido sujeto junto a diversos personajes, del conjunto de penetrantes  retratos realizado por Rivas durante más de cuarenta años, en el que sin duda  debe incluirse también los dedicados a animales, tales como sus perros captados  con la misma intensidad buscada para los seres humanos.
								Ya sea mostrando el rostro o de espaldas,  vestidos o desnudos, en la singularidad tradicional del rectángulo o en la  fragmentación y estiramiento de las figuras en los polípticos –conformando  cruces o remedando retablos–, interpelándonos con la mirada o con los ojos  cerrados, estas imágenes dejan en el espectador la certeza de que es inevitable  retornar a verlas una y otra vez para atisbar y, en lo posible, develar el  misterio que cada retratado –cada ser– entraña y que Rivas ha sabido cifrar con  inteligencia y poesía.
								El caso Aizenberg
								Como en muchas otras ocasiones, Rivas se sirvió  de su formación como pintor y recurrió a ejemplos de la historia del arte para  poner en jaque la supuesta fidelidad documental de la fotografía. La influencia  de Magritte apareció en más de una ocasión, a veces en forma casi literal, como  en el